sábado, 26 de marzo de 2016

Castillos y defensas: la evolución poliorcética en tiempos de Carlos V

José Javier de Castro Fernández

15 de marzo de 2016

A pesar de ser este el último día del curso, son muchos de nuestros fieles participantes los que acuden a esta última charla. A su función de tesorero de la asociación, José Javier de Castro une la de su pasión por los castillos. Editor de numerosas publicaciones, será hoy el encargado de darle el perfecto final al curso iniciado en febrero.

Y como su nombre apunta, José Javier será el encargado de mostrarnos las evoluciones que los castillos adoptan durante este siglo para su defensa. La primera de las revoluciones en las fortalezas, tanto de nueva construcción como las que se van a reformar desde este momento, es la aparición de los castillos artilleros. Las evoluciones en materia armamentística obligan a la integración de cañones, tanto en su versión más pequeña de calibre como en su mayor versión. Si bien habrá castillos, como el de Medina del Campo, que mantengan la torre del homenaje, esta se adaptará para que desde ellos se pueda emplear la artillería de nuevo cuño. Aparecen, como vimos previamente, las troneras para la defensa de los cubos (y posteriormente de los baluartes). Los tipos más extendidos son los modelos de orbe y cruz, muy utilizado durante la época de los RR.CC. a pesar de que debiliten enormemente el muro, y el modelo de gran cañonera, que empleaba el sistema de buzón, en el que él derrame es el revés de la saetera, es decir, ensanchándose hacia afuera. Así, desde este momento proliferan las troneras en los cubos


Castillo de Berlanga de Duero donde se aprecia la torre del homenaje interior

La guerra franco-española va a demostrar cómo estas troneras frontales no sirven para repeler un ataque bien organizado. Los franceses toman el castillo de Pamplona de manera fácil. Es por ello que en esa época surgen las troneras y cañoneras de dos aperturas con el objetivo de ampliar el ángulo de defensa.



Castillo de Berlanga de Duero. Detalle de un cubo con troneras de redientes

Es en esta misma época cuando las almenas comienzan a desaparecer. El ejemplo más claro de ello es el que pudimos apreciar en el castillo de Torrelobatón durante la salida que hicimos, en que estas dejan paso a un parapeto  en el que abren pequeñas aperturas para situar la artillería.
La poca utilidad de las troneras frontales conduce a la aparición de dos nuevos modelos: la colocación de un espuntón para evitar esos ángulos muertos o la enorme proliferación de troneras.


Castillo de las Navas de Marqués donde se aprecia la proliferación de troneras

A pesar de estos modelos, que tendrán únicamente aceptación en alguna zona de Inglaterra, la solución más extendida será la primera. Y lógicamente, si nos encontrábamos en guerra contra los franceses, el primero de los sitios en aparecer será en Pamplona, donde las nuevas construcciones se acercaban ya casi al cubo pentagonal.
Y el siguiente paso lógico será transformar los cubos en baluartes. El gran desarrollo de la moderna artillería no permitía ya, prácticamente, la construcción de fortificaciones tal y como se conocían. Durante la época de Carlos V, los enfrentamientos contra los franceses por el dominio de Italia fueron casi constantes. Es por ello por lo que aparecen en esta zona, donde la fortificación militar tenía mayor desarrollo teórico. El más bello ejemplo de transición será el de Barletta. El foso rodea cuatro grandes baluartes que mantienen las cañoneras en sus caras (particularidad española). Tiene también cañoneras en los flancos, que aportan mayor potencia de fuego y que sirven también para defender su gran puente. El cordón está situado a la altura del glacis, para evitar que la artillería enemiga golpee hacia debajo de este.


Castillo de Barletta

Los señores feudales italianos van a buscar adoptar estas innovaciones en sus residencias. Uno de los más bellos ejemplos es de Copertino, con doble línea de cordón (principalmente decorativa) y la ausencia de orejones


Planta de la fortificación de Copertino, Italia

El baluarte se va a extender, y a la postre, dará lugar a la creación de las fortalezas abaluartadas. Las troneras van a desaparecer de las caras, ahorrándose las bóvedas de los baluartes. Este será el nacimiento de los orejones, para evitar que el enemigo emboscase fácilmente los flancos abiertos. En España, el mejor castillo para ver las distintas evoluciones es el de Sabiote. En este podemos apreciar tres baluartes distintos. El primero de ellos posee cañoneras en el baluarte. A medida que lo construyen, construyen un orejón. Otro de sus tres baluartes ya no tiene cañoneras en las caras por esa adaptación a los nuevos avances. Por último, el tercer baluarte está dotado de unas grandes cañoneras en los flancos y de un revellín en la puerta de ingreso, inutilizando todas las cañoneras.


Vista de la puerta de acceso al castillo de Sabiote

Multitud de fortificaciones adoptan desde ese momento el baluarte como forma de defensa. Desde Italia hasta España, las posesiones de la Corona española evolucionan para hacer frente a sus amenazas. Aparecen las casamatas, que se hacen abiertas como en el castillo de Ibiza, así como el flanco abierto o retraído. Pero no será hasta época de Felipe II cuando aparezca un elemento novedoso. La distancia de construcción de los baluartes obedecía a la distancia aproximada a la que un cañón podía disparar. En tiempos de Felipe II se reducirá la cortina, estableciendo la distancia de esta por el disparo de un mosquete.

Ese será el origen de las fortificaciones de tijeras y tenazas, que son, junto con las portadas del acceso de las fortificaciones, lo último que veremos en este curso. Y será el ingeniero español, Pedro Luis Escrivá, el encargado del desarrollo de estos modelos. Viendo que el modelo abaluartado ha perdido su eficacia, Escrivá decide colocar una tijera para que las cañoneras aguanten. Al ser esta fortificación del agrado de Carlos I, son varios fuertes los que van a emplearla: San Telmo de Nápoles, Bujía, Colibre y Perpignan. El objetivo de la tijera era la defensa del lienzo más expuesto. Sólo funcionaba si el enemigo atacaba de frente esa zona.


Castillo de Perpignan

La tijera fue poco a poco demostrando su fragilidad, por lo que los distintos ingenieros decidieron pasar al sistema de fortificación de las tenazas. Así, construirán dos semibaluartes, reduciendo el tamaño de la cortina de ataque, y con cañoneras defensivas en los laterales. El mejor ejemplo de este modelo es la fortaleza de La Goleta, en la que dos baluartes defienden el acceso, donde previamente se habían situado un punzón central. Esta modificación del sistema original se realiza ya en época de Carlos I, volviendo con su hijo Felipe II al sistema triangular de nuevo.


Fuerte de San Telmo de Malta

Y por último, vimos algunas de las impresionantes portabas que adornaban los accesos a estas fortalezas. En Copertini, L’Aquila, el propio San Telmo de Nápoles se erigen algunas de estas portadas. Artísticamente impecables, en muchas ocasiones son un contrapunto a la sobriedad arquitectónica de estas fortalezas, construidas como auténticos mazacotes defensivos.


Castillo de L’Aquila, puerta de acceso




Alejandro Floristán García

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