viernes, 26 de febrero de 2016

Remodelaciones renacentistas de los castillos medievales españoles en época de Carlos V
Juan Ramón Arcos
23 de febrero de 2016

 El siglo XV marca una época de transición entre el mundo medieval y el Renacimiento. Este cambio queda también plasmado en nuestros castillos, que pasan de ser fortificaciones militares a palacios fortificados. En un primer momento, estas renovaciones se realizan siguiendo el estilo del gótico-isabelino, estilo oficial de la monarquía de los Reyes Católicos y la Iglesia, si bien, con la llegada de Carlos V, se tiende a un estilo renacentista y, por tanto, italianizante, de marcada influencia del quatrocento.
En un primer momento, debido al gran poder y ambición que estaba alcanzando la nobleza, durante el reinado de los Reyes Católicos, haciendo uso de su poder absolutista, mandan derribar muchos de los elementos defensivos de sus castillos, como por ejemplo, las torres de las casas-fuerte residenciales de la ciudad de Cáceres, cuya altura se manda rebajar. La unidad política, religiosa y territorial de los Reyes Católicos, culminada con la conquista de Granada, deriva en una época de cierta tranquilidad y bonanza para la nobleza, sobre todo con aquellos que apoyan fielmente a la monarquía, a quienes se les entregan señoríos y títulos nobiliarios a lo largo de todo el territorio.
A pesar de ello, a finales del siglo XV, por orden real se prohíben construir nuevos castillos, por lo que sólo se permite realizar remodelaciones en los que estaban ya levantados. Es decir, quitando la construcción puntual de algunos castillos, aquellos que denominamos “castillos de nueva construcción” siguiendo el estilo renacentista en España, se construirán siempre sobre uno anterior medieval con la excusa de reformarlo (Mula, Canena, Sabiote, etc.).
Estas reformas actualizaron y modernizaron los castillos a los nuevos tiempos, si bien los que no las recibieron se volvieron pronto obsoletos y posteriormente fueron abandonados. Durante el siglo XVI, estos castillos empleados como residencias nobiliarias van a continuar siendo habitados por la nobleza, si bien a partir del año 1600 quedan todos prácticamente abandonados, huyendo a una vida más cómoda en amplios palacios urbanos.
Las reformas consistían en la adición de dos nuevos tipos de elementos: los ornamentales-palaciegos, acordes con las modas de los nuevos tiempos; y los defensivos-castrenses, ya que no había que olvidar la naturaleza del edificio, tal y como se encargó de recordar la revuelta de los Comuneros y las Germanías, que generaron la nota de inestabilidad necesaria para que se volviera a dotar de elementos militares a estos castillos que se estaban convirtiendo progresivamente en palacios.
La nobleza castellana aprovecha, pues, estos antiguos castillos que simbolizan todo su poder y se constituyen como auténticos hitos de dominio territorial. Se genera así una dualidad entre la tradición y la modernidad; el poder militar frente al conocimiento humanístico de la estética clásica. Un ejemplo notable de noble que representa este nuevo concepto de aristocracia refinada es Garcilaso de la Vega, que encarna en su persona las facetas de poeta pero también de destacado militar; la conjunción perfecta entre la “pluma” y la “espada”. Siendo morador de su castillo en Batres, mandó acometer reformas renacentistas siguiendo esta nueva corriente de aire palaciego, cambiando su patio mudéjar por uno renacentista o cortile, que representa el elemento estrella de estas reformas ornamentales-palaciegas en nuestros castillos medievales.
El ejemplo más representativo de patio italiano lo constituye el del castillo de La Calahorra, del arquitecto Lorenzo Vázquez, construido entre 1509 y 1512, obra pionera y culmen del Renacimiento español. Gran importancia también tiene el castillo de Vélez Blanco (construido alrededor de 1515, el patio fue vendido a un norteamericano y actualmente se encuentra en el Museo Metropolitan de Nueva York), además de otros ejemplos como Canena (obra de Vandelvira), Cuéllar, Coca, Monterrey, Castillo de la Luna en Rota, Sabiote, Las Navas del Marqués, Béjar, Castronuevo, Jadraque, y un largo etcétera.
Patio del castillo de Vélez Blanco en Nueva York
Otro nuevo elemento ornamental fue la galería porticada al exterior o loggia, siendo la pionera la del castillo nuevo de Manzanares el Real a finales del siglo XV, obra de Juan Guas, considerada una prolongación al exterior del patio porticado. Tenemos múltiples ejemplos muy importantes de loggias renacentistas en nuestros castillos, con claros ejemplos como Zafra, Canena, Vélez Blanco, Las Navas del Marqués, Arcos de la Frontera, el mismo Alcázar de Madrid, etc.
Frente a la carencia de ventanas de los castillos medievales se produce, a finales del siglo XV, una apertura de grandes vanos de carácter residencial, teniendo principal relevancia la ventana cortejadora (como por ejemplo, Garcimuñoz o Belvís de Monroy); grandes miradores renacentistas como balcones con arcos rebajados o de medio punto (Torre del Caracol de Benavente, Valderrobres, Piedrabuena, Vélez Blanco, Puebla de Sanabria, etc.); y bellas ventanas de estilo puramente plateresco español, como las de Villaviciosa de Ávila, Belmonte de Campos, Belalcázar, etc.
Un elemento principal en este nuevo concepto de castillo-palacio fueron los jardines con elaborada ingeniería de la fontanería mediante fuentes y surtidores. Se han conservado pocos ejemplos, si bien tenemos referencias del bello jardín renacentista junto al Castillo de Berlanga de Duero, o el aprovechamiento del antiguo foso medieval del castillo de la Alameda en Madrid, convertido en un hermoso jardín con surtidores y paseos de canto rodado. Muchos patios, igualmente, disponen de nuevas fuentes ornamentales en el centro, como los ejemplos de Canena o Zafra, entre otros.
Una de las mayores transformaciones arquitectónicas que van a sufrir nuestros castillos son las nuevas estancias palaciegas y pabellones añadidos al viejo edificio. Ejemplos notables son: Zuheros en Córdoba, Belalcázar, Oropesa (con la gran cantidad de nuevas construcciones anejas), o Villarejo de Salvanés en Madrid, en donde se aprovecha el antiguo recinto amurallado para construir, en su interior, un palacio que sirviera como residencia de los comendadores de la orden de Santiago.
Ampliación renacentista del castillo de Belalcázar
Una de estas nuevas construcciones añadidas son las imponentes torres, como la de la Armería en el castillo de Alba de Tormes, o la Torre del Caracol, único resto conservado del castillo de Benavente, ambas construidas en la primera década del siglo XVI.
Además, el chapitel, elemento introducido por Carlos V de tradición flamenca, empieza a rematar las antiguas torres medievales. Tenemos ejemplos claros de la existencia de este elemento en Alba de Tormes (gracias al dibujo de Wyngaerde), y otros afortunadamente conservados, tales como Villafranca del Bierzo y las Navas del Marqués. También disponemos de ejemplos madrileños que sabemos de su existencia, como lo son Villarejo de Salvanés, o el maltrecho castillo de Fuentidueña de Tajo, que se le denominó “Castillo de los Piquillos”, precisamente por la incorporación de chapiteles en sus torres a mediados del siglo XVI.
El acceso típico en los castillos durante el siglo XV se corresponde a las entradas flanqueadas por dos cubos circulares. Este sistema se va a seguir empleando a principios del siglo XVI (todavía aparece en Salses), incluso en el Castillo de Mombeltrán que, alrededor de 1515 junto con la remodelación de la barrera del castillo, se construye una nueva entrada adelantada, imitando la anterior del siglo XV.
Posteriormente, avanzado el siglo, se construirán nuevas entradas con carácter puramente clásico-italianizante, como lo son las de Las Navas del Marqués, Canena, Sabiote, Chinchón, o Illueca (que imita los modelos de entrada del palacio ducal de Urbino en Italia).
Junto a estos elementos puramente formales y ornamentales, se encuentran los de tipología militar-castrense, los cuales siguen manteniendo muchos de los elementos defensivos de tradición medieval, como los matacanes, que aparecen en la torre de Belmonte de Campos recrecida en 1528, o el castillo de Mula, cuyos matacanes siguen manteniendo su labor de orificio o hueco donde poder arrojar piedras desde la altura de la torre.
Hay que destacar los matacanes del castillo de Belmonte de Campos como claros ejemplos de tradición puramente greco-latina, del más puro Renacimiento, donde en su concepción se enmascara el “mútulo” de un entablamento del templo griego.
Detalle de almena y matacanes renacentistas de la torre levantada en 1528 Belmonte de Campos
Un elemento que se repite en estos castillos del Primer Renacimiento Español, es la denominada almena gótico-renacentista, aparecida en los castillos toledanos de San Silvestre y Maqueda en el siglo XV, que se continuará empleando en La Calahorra, Vélez Blanco, Almería, etc. Sin embargo, debido a la evolución pirobalística, el castillo de tradición medieval entrará en crisis y sufrirá de nuevas adaptaciones para la artillería.
Ejemplo de ello va a ser la evolución que sufrirá en ocasiones el pretil almenado, convirtiéndose en pretil abocelado, donde la almenada desaparece y se incluirán troneras (de cañón o de fusil). Ejemplos característicos lo constituyen el castillo de Arévalo, Torrelobatón, Castronuevo o Canena, entre otros.
Sobre todo, a partir de la Guerra de las Comunidades, se van a incluir gran cantidad de las llamadas troneras de buzón, evolución natural de la tronera de orbe bajomedieval, que van a ser modificadas o sustituidas en muchos casos por éstas. Este va a ser el elemento estrella de las nuevas reformas en los castillos durante el siglo XVI.
Ejemplos hay muchísimos, por citar algunos: castillo de Pedraza (que las incluye en su barrera en la reforma de 1528), el Castillo de Coca (que durante las primeras décadas del siglo XVI se acometen pequeñas reformas donde se incluye este nuevo elemento), Puebla de la Almenara, Arévalo, Las Navas del Marqués, Íscar, y un larguísimo etcétera.
Troneras de buzón tras la reforma de 1528 en el castillo de Pedraza
Se van a construir también grandes cubos artilleros o cubelos, en ocasiones forrando anteriores construcciones medievales, como el ejemplo del castillo de Berlanga de Duero, en el cual el arquitecto italiano Benedetto di Ravena hace una envolvente con grandes cubos circulares en las esquinas. También se van a empezar a emplear los cubos esquineros de eje centrífugo (otorgan un mayor ángulo de tiro al sobresalir del perímetro del castillo), como ocurre en Arévalo o Las Navas del Marqués.
Pretil abocelado, tronera de buzón y cubo esquinero de eje centrífugo del castillo de Arévalo
Además, también se van a proteger las entradas con nuevos bastiones o baluartes, como el que ha aparecido en las excavaciones defendiendo la entrada del castillo de Arévalo; el baluarte que manda construir Carlos V en la alcazaba califal de Trujillo; o el que ha aparecido en las recientes excavaciones en Villarejo de Salvanés en Madrid.
Otro elemento principal de tradición medieval que se va a seguir empleando para la defensa de las entradas es el puente levadizo. Conservamos bellos ejemplos de puentes levadizos renacentistas en Canena, Mula o Chinchón.
Un elemento de transición a la fortificación abaluartada es el talud, alambor o escarpa de los muros perimetrales de los castillos. Muchos castillos construidos alrededor del año 1500 ya van a disponer de esta nueva inclinación en la base de las falsabragas. Frente a esto, además, tenemos datos de chapado en piedra de barreras ya existentes hacia una forma de talud, como la que acomete Lorenzo de Adonce en el castillo de Simancas en 1523; o el chapado en piedra de un nuevo alambor con galería interior en 1515 en el castillo de Mombeltrán.
Chapado en piedra de la escarpa del castillo de Mombeltrán alrededor de 1515
Por último, otras nuevas tipologías que se emplearán plenamente en la nueva construcción de baluartes empezarán a aparecer en estos castillos, como son: la cornisa o bocel, el cordón magistral o el prototipo de “orejón” del castillo de Sabiote, de alrededor de 1530, de clara influencia italiana, que derivarán en la nueva manera de construir fortificaciones en la arquitectura abaluartada de finales del XVI y, sobre todo, de los siglos XVII y XVIII. 



Sara Aparicio Ruiz


Juanelo y la ingeniería en tiempos de Carlos V
Rafael García Rubio
23 de febrero de 2016

 Nacido en Cremona en 1500, estudió matemáticas y astronomía en Pavía, a pesar de no pertenecer a una familia acaudalada. Pronto, despuntó como un verdadero artista, pudiéndose considerar el mejor relojero de su tiempo; función que no sólo se cernía al conocimiento de los relojes sino que aunaba otros saberes como la orfebrería, astronomía, etc.


Busto de Juanelo en el Museo de Santa Cruz, Toledo
A los veintinueve años trabajaba como encargado del reloj del Torrazzo en su ciudad natal, Cremona. Sin embargo, su suerte cambió un año después, en 1530, cuando Carlos V es coronado emperador en Bolonia y Francisco Sforza le regala un astrario estropeado. Juanelo entra así a su servicio, si bien en vez de arreglar el astrario, decide hacer uno mejor. De esta forma, durante veinte años estuvo trabajando en una de sus obras más importantes, el conocido como “reloj grande”, que poseía ocho esferas y era una maravilla de la ingeniería.
Posteriormente, cuando Carlos V abdica en 1556, Juanelo lo acompaña a Yuste donde permanece con él, enseñándole los misterios de la relojería, los cuales apasionaban al monarca. A su muerte en 1558, Juanelo entra a formar parte del servicio de Felipe II, trasladando su taller a la Torre Dorada del Alcázar de Madrid, si bien su vivienda se hallaba en una peor ubicación extramuros, en la calle que hoy en día lleva su nombre. Esta es la época en la que conoce a Juan de Herrera de quien se hace un gran amigo, colaborando en la construcción de El Escorial.
Carlos V en Yuste. Miguel Jadraque y Sánchez de Ocaña (1840-1919)
Ya en la vejez, en 1564, se traslada a Toledo para realizar su obra magna: el conocido como “el gran artificio de Toledo”, una de las maquinas más grandes e imponentes hasta el momento. Fue acabada en cuatro años y estaba formada por dos norias. La primera subía el agua hasta un depósito; la segunda era un complejo entramado de torres con tirantes y forzantes que hacían que oscilaran las cucharas que recogían el agua. Así, el agua era movida de cuchara a cuchara elevándola desde el Tajo hasta el Alcázar, un total de 90 metros de desnivel con un rendimiento de 11 litros por minuto, siendo esta una de las mayores obras de ingeniería de su tiempo.


Desgraciadamente, como ocurre con muchos genios, su trabajo no fue valorado en vida, y tanto esta máquina como otra posterior que construyó jamás le fueron pagadas, por lo que Juanelo murió a los ochenta y cinco años en la más absoluta ruina. Personajes posteriores como Peter Morris y Pedro Zubiaurre intentaron imitar este artificio, el primero en el Támesis y el segundo en Valladolid copiando a éste, si bien nunca llegaron a compararse a la inteligencia y talento de uno de los mejores ingenieros de la Historia, apenas conocido, Juanelo Turriano.



Para ver algunas de las animaciones que pudimos ver en la conferencia, aquí os dejamos sus enlaces a Internet:

-         Autómata Smithsonian:
-      Autómata Karakuri Japón (min.35,4 a 39):
-      Cóclea, tornillo de Arquímedes:
-      Uso como generador
-      Patenotre, noria de rosario:
-      Noria de cangilones:
-      Bomba Ctesíbica:
-      Azud, norias artificio en molino de Garci Sanchez:
-      Animación funcionamiento artificio Toledo (Fundación Juanelo Turriano):
-      Artificio Expo92:
-      Molino (transmisión directa tirante y forzante):

Sara Aparicio Ruiz



viernes, 19 de febrero de 2016


Palacios en la época de Carlos V
                            
José Miguel Muñoz Jiménez
16 de febrero de 2016

¡Otro martes más! En esta ocasión será D. José M. Muñoz el encargado de trasportarnos a una época en la que el gobernante español, Carlos I, también lo era del mundo. Si en la conferencia previa pudimos apreciar la sensibilidad de este monarca, en esta, este sentimiento va a reflejarse en las construcciones realizadas a lo largo de todas sus posesiones. La gran cantidad de viajes realizados por Carlos de Gante nos transportan por toda Europa, en la que no habría reino que no quisiese reflejar su grandeza.

La llegada de un monarca extranjero a la Corona española va a provocar la apertura de España al mundo. El Renacimiento florece en Italia, en la que España estaba presente. El Reino de Milán, Nápoles y Sicilia van a ejercer una influencia vital a la hora de exportar su cultura arquitectónica. Y es que esta influencia estilística va a ir poco a poco desplazando la influencia mudéjar en las construcciones nacionales, hasta finalmente llegar a ese edificio único y precioso de El Escorial.

Durante el reinado de la dinastía Trastámara en Castilla, estos van a provechar un enorme número de monasterios para alojarse. Situadas sus estancias cerca de los claustros, el esquema de monasterio-palacio va a ser el más utilizado hasta la llegada del soberano Carlos. Estos obedecerán por lo tanto a un doble uso, tanto civil como religioso. Si bien, durante su primer viaje, aún se alojó en alguno de ellos, tomó conciencia de la necesidad de que una España moderna aceptase las influencias internacionales e italianas especialmente. Aun así, durante su primer viaje a España dio instrucción de que se continuase construyendo en mudéjar o en gótico-flamenco. Construcciones únicas de esa época fueron las influenciadas por ambos estilos. El ejemplo más ilustrativo al respecto es el del Alcázar de Segovia, paradigma de las construcciones españolas, que mezcla de forma asombrosa ambas condiciones. A pesar de datar del siglo XIII, su estructura palaciega va a verse fuertemente impulsada desde los Reyes Católicos. Es en este donde Isabel será coronada reina en 1474.



A la llegada del Renacimiento italiano a la península, los modelos palaciegos van a sufrir un fuerte cambio. Si bien conservarán remanencias de la cultura de tradición hispana, estos nuevos palacios van a verse completamente transformados. Y como hemos señalado, este cambio se producirá en todos los territorios bajo dominio español: Gante, Bruselas, Amberes, Viena, Praga, Milán y Palermo, entre otros. Todos ellos van a tener algo en común con los de España: la representación del escudo de Carlos V. En España, no sólo los alcázares, que son los típicos palacios españoles, van a sufrir una transformación. Tanto los palacios de los nobles como las universidades, hospitales e inclusive las cárceles, van a sucumbir a esta corriente italianizadora.

Ante la ausencia de su padre en España, va a ser su hijo, el infante Felipe, el encargado de la realización de muchas de las obras arquitectónicas de este periodo. Bajo su mando, el Alcázar de Toledo va a cobrar forma. Mención especial debemos hacer aquí al complejo encargo realizado por Carlos V a Pedro de Machuca en 1527. El monarca va a realizar una de las construcciones más renacentistas de la península en Granada. El palacio de Carlos V está imbuido de una alta carga simbólica, pero rodeado de la que fue la más importante residencia de los mandatarios musulmanes: la Alhambra. Es en esta Granada donde va a reflejarse el cambio y la apertura de España al exterior. Lo tradicional se junta con lo renacentista en un sobrio paisaje.




Los grandes claustros van a transformarse con el Renacimiento en grandes jardines exteriores. Estos van a estar presentes siempre desde ese momento. La necesidad de los nobles de emular a los monarcas e incluso superarles, les lleva a la construcción de estos en sus respectivos palacios.

Aunque no serán ni mucho menos los más bonitos, los del El Escorial darán paso a una de las más grandes maravillas construidas. Aunque ya en tiempos de Felipe II, este palacio-monasterio va a representar la sobriedad con la que padre e hijo dirigirían sus imperios. Sencillo y multifuncional, este edificio representó para Felipe II el culmen de las construcciones palaciegas. Una ‘imagen’ del Jerusalén celestial que aún sigue sorprendiendo a aquel que lo visita.


Alejandro Floristán García


viernes, 12 de febrero de 2016

Itinerarios de Carlos V por España y sus castillos
Jorge Jiménez Esteban
9 de febrero de 2016

En esta primera conferencia del curso de “Carlos V, Imperio, defensas y arquitectura”, Jorge Jiménez nos condujo por las rutas y caminos de España por los que pasó y vivió Carlos, enseñando los paisajes, ciudades y monumentos más significativos de aquel siglo XVI, en el paso de la Edad Media al Renacimiento.
Llamado a desempeñar uno de los papeles más importantes de la Historia de España y del mundo en general, ya que ha sido el primer y único emperador del Viejo y el Nuevo Mundo, Carlos I de España y V de Alemania es una de las figuras más estudiadas de la Historia y de él se han escrito cientos de tesis, ensayos, novelas, películas y, ahora, hasta una serie.
El cúmulo de desgracias acaecidas a los herederos de la Corona de Castilla, fueron las que permitieron honrar con la corona imperial a este nieto de los Reyes Católicos que nunca se pensó que llegara a gobernar, ya que en la línea de sucesión al trono iba detrás de su tío Juan, la hija de éste que murió durante el parto, su tía Isabel y su hijo Miguel. Tras la muerte de su abuelo Fernando en 1516 y debido a la incapacidad de su madre Juana para gobernar, Carlos, con tan sólo 15 años, partió a España para recibir su herencia hispana.
Sin embargo, es sabido por todos que el nuevo soberano desconocía prácticamente todo lo relacionado con estas nuevas tierras que visitaba y que habría de regir a lo largo de su vida. Su primera llegada no se produjo conforme se esperaba ya que un temporal lo condujo a desembarcar al pueblo asturiano de Tazones. Esa fue la primera de las seis estancias en España que realizó a lo largo de su vida, un total de 17 años en nuestro país, hasta morir finalmente el 21 de septiembre de 1558 en su retiro del monasterio de Yuste.

Viajes del emperador Carlos V
Viajes del emperador Carlos V
A pesar de tener unos comienzos complicados como monarca, tales como la revuelta de los comuneros o las germanías, Carlos poco a poco fue empapándose de las leyes, costumbres y cultura hispanas, aprendió a hablar perfectamente el castellano y fue apreciando cada vez más cada rincón de este reino, visitando todas sus tierras a excepción de Canarias. La ciudad donde más tiempo permaneció fue Valladolid, seguida de Toledo, Madrid y Barcelona. Además, todas las veces que pudo fue a visitar a su madre, que moriría tres años antes que él en su cautiverio de Tordesillas.
Ha sido considerado como el monarca más viajero de su tiempo, pasando 26 años de su vida recorriendo toda Europa para atender sus dominios en los Países Bajos, Italia y Alemania. Además, debido a un espíritu reminiscente del caballero medieval, realizó varias cruzadas contra el turco, que amenazaba por tierra y por mar, yendo a combatir personalmente a Túnez y Argel, y enviando tropas para atacar Constantinopla.



Sara Aparicio Ruiz