viernes, 19 de febrero de 2016


Palacios en la época de Carlos V
                            
José Miguel Muñoz Jiménez
16 de febrero de 2016

¡Otro martes más! En esta ocasión será D. José M. Muñoz el encargado de trasportarnos a una época en la que el gobernante español, Carlos I, también lo era del mundo. Si en la conferencia previa pudimos apreciar la sensibilidad de este monarca, en esta, este sentimiento va a reflejarse en las construcciones realizadas a lo largo de todas sus posesiones. La gran cantidad de viajes realizados por Carlos de Gante nos transportan por toda Europa, en la que no habría reino que no quisiese reflejar su grandeza.

La llegada de un monarca extranjero a la Corona española va a provocar la apertura de España al mundo. El Renacimiento florece en Italia, en la que España estaba presente. El Reino de Milán, Nápoles y Sicilia van a ejercer una influencia vital a la hora de exportar su cultura arquitectónica. Y es que esta influencia estilística va a ir poco a poco desplazando la influencia mudéjar en las construcciones nacionales, hasta finalmente llegar a ese edificio único y precioso de El Escorial.

Durante el reinado de la dinastía Trastámara en Castilla, estos van a provechar un enorme número de monasterios para alojarse. Situadas sus estancias cerca de los claustros, el esquema de monasterio-palacio va a ser el más utilizado hasta la llegada del soberano Carlos. Estos obedecerán por lo tanto a un doble uso, tanto civil como religioso. Si bien, durante su primer viaje, aún se alojó en alguno de ellos, tomó conciencia de la necesidad de que una España moderna aceptase las influencias internacionales e italianas especialmente. Aun así, durante su primer viaje a España dio instrucción de que se continuase construyendo en mudéjar o en gótico-flamenco. Construcciones únicas de esa época fueron las influenciadas por ambos estilos. El ejemplo más ilustrativo al respecto es el del Alcázar de Segovia, paradigma de las construcciones españolas, que mezcla de forma asombrosa ambas condiciones. A pesar de datar del siglo XIII, su estructura palaciega va a verse fuertemente impulsada desde los Reyes Católicos. Es en este donde Isabel será coronada reina en 1474.



A la llegada del Renacimiento italiano a la península, los modelos palaciegos van a sufrir un fuerte cambio. Si bien conservarán remanencias de la cultura de tradición hispana, estos nuevos palacios van a verse completamente transformados. Y como hemos señalado, este cambio se producirá en todos los territorios bajo dominio español: Gante, Bruselas, Amberes, Viena, Praga, Milán y Palermo, entre otros. Todos ellos van a tener algo en común con los de España: la representación del escudo de Carlos V. En España, no sólo los alcázares, que son los típicos palacios españoles, van a sufrir una transformación. Tanto los palacios de los nobles como las universidades, hospitales e inclusive las cárceles, van a sucumbir a esta corriente italianizadora.

Ante la ausencia de su padre en España, va a ser su hijo, el infante Felipe, el encargado de la realización de muchas de las obras arquitectónicas de este periodo. Bajo su mando, el Alcázar de Toledo va a cobrar forma. Mención especial debemos hacer aquí al complejo encargo realizado por Carlos V a Pedro de Machuca en 1527. El monarca va a realizar una de las construcciones más renacentistas de la península en Granada. El palacio de Carlos V está imbuido de una alta carga simbólica, pero rodeado de la que fue la más importante residencia de los mandatarios musulmanes: la Alhambra. Es en esta Granada donde va a reflejarse el cambio y la apertura de España al exterior. Lo tradicional se junta con lo renacentista en un sobrio paisaje.




Los grandes claustros van a transformarse con el Renacimiento en grandes jardines exteriores. Estos van a estar presentes siempre desde ese momento. La necesidad de los nobles de emular a los monarcas e incluso superarles, les lleva a la construcción de estos en sus respectivos palacios.

Aunque no serán ni mucho menos los más bonitos, los del El Escorial darán paso a una de las más grandes maravillas construidas. Aunque ya en tiempos de Felipe II, este palacio-monasterio va a representar la sobriedad con la que padre e hijo dirigirían sus imperios. Sencillo y multifuncional, este edificio representó para Felipe II el culmen de las construcciones palaciegas. Una ‘imagen’ del Jerusalén celestial que aún sigue sorprendiendo a aquel que lo visita.


Alejandro Floristán García


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