Tordesillas, Simancas
y Torrelobatón: Tierra de Comuneros
Práctica dirigida por Miguel Ángel Bru
Sábado 12 de marzo de 2016
La
primera parada de nuestro viaje es la villa de Tordesillas, punto de visita
obligado si queremos conocer de primera mano la historia de los comuneros y de
la reina cautiva que allí vivió durante cuarenta y seis años, doña Juana, la
Loca. Y es que, esta población ha sido escenario de grandes episodios de
nuestra historia.
Uno
de los más importantes, lo constituye la firma del Tratado de Tordesillas en
1594, en virtud del cual se creaba una línea meridional a 370 leguas de Cabo
Verde, dividiendo así el Océano Atlántico de polo a polo entre los castellanos
y los portugueses, tras los primeros descubrimientos del Nuevo Mundo.
Casa del Tratado |
Hoy
en día, el Museo del Tratado de Tordesillas es el testimonio que nos ha llegado
de este hecho, ya que se ubica precisamente en la conocida como Casa del
Tratado, lugar donde se llevó a cabo la firma de dicho documento. El objetivo
de esta institución es poder transmitir al visitante, a grosso modo, los aspectos políticos, sociales, económicos y
geográficos que se vivían en ese momento, para poder situarle lo mejor posible
en ese contexto histórico y, así, comprender las circunstancias que propiciaron
la creación de este Tratado. Para ello, la visita se ha dividido en tres partes
lógicas, que han denominado “El Mundo antes del Tratado”, “El Mundo del
Tratado” y el “Mundo después del Tratado”.
En
la misma calle, se halla el templo de San Antolín, uno de los más importantes
de la villa, hoy en día constituido como museo de arte sacro, que recopila y
expone las mejores obras de este arte provenientes de las distintas iglesias de
Tordesillas, para que puedan ser disfrutadas por los visitantes.
Exterior de la iglesia de San Antolín |
Otro
punto importante, lo constituye la Plaza Mayor, eje central de Tordesillas, ya
que se sitúa en la intersección de las calles del antiguo cardo (N-S) y
decumano (E-O), las cuales desembocan, precisamente, en las puertas de entrada
al pueblo. Su construcción se comenzó en época de los Reyes Católicos, si bien
el grueso de la obra fue realizada a finales del siglo XVI y principios del
XVII.
Cerca
de la plaza, hacia el norte, se encuentra la Iglesia de Santa María, el templo
más grande de la población, cuyo campanario cuadrangular constituye el punto
más alto de la villa, siendo la famosa torre que, junto a la de las iglesias de
San Antolín y San Juan Bautista, siempre atisbamos según nos acercamos desde la
carretera, y que otorgan el perfil característico por el identificamos a
Tordesillas.
Por
último, debido al pasado militar de la población, quedan unos pocos reductos en
pie de lo que fue la antigua muralla que cercaba el perímetro del asentamiento.
Uno de esos vestigios es la conocida como Torre de Sila, que evoca al pasado
romano de la villa y que incluso, hay quien ha visto en este nombre el topónimo
que bautizaría al pueblo como Tordesillas. Sin embargo, la torre pertenece claramente
a época medieval, como demuestra su estructura formada por sogas de ladrillo
que encuadran cajetones de piedra del lugar. Junto a ella, se eleva un portillo
con un vano de arco apuntado, hoy cegado, pero que posiblemente era una puerta
de acceso a la villa.
Torre de Sila |
Y
allí, desde la propia estación de Tordesillas, volvimos a coger el autobús esta
vez en dirección a Simancas. A pesar de la muy dudosa rehabilitación realizada
en su acceso, el castillo se nos va a mostrar imponente. Ya en el siglo XV, la
familia de los Enríquez, por aquel entonces almirantes de Castilla, poseían la
titularidad del señorío de aquellas tierras. Fueron ellos los encargados de la
realización de dicha fortaleza. De esta época, el más bello ejemplo conservado
es el de la capilla. Hasta época de Reyes Católicos, el castillo seguiría
perteneciendo a la familia. Serán estos monarcas los que decidan comprar la
fortaleza y convertirla en prisión del recién nacido Estado.
A
pesar de que no tuviese un papel destacado en la guerra de las Comunidades, se
convirtió en cárcel de uno de los más importantes capitanes comuneros: don
Antonio de Acuña, obispo de Zamora. Hecho preso tras la derrota de Villalar
(1521), su condición de prelado le salvó de una muerte anunciada, siendo
trasladado a unos de los cubos del castillo, el cual recibe actualmente el
nombre de Torre del Obispo. En su intento de fuga de esta fortaleza, el obispo
mató al alcaide, motivo por el cual sería finalmente ajusticiado a garrote vil
por el nuevo alcaide.
Castillo de Simancas. Archivo General |
Acabado
el episodio de las Comunidades, el castillo será transformado en archivo por
Carlos V. Su mayor impulso lo recibirá durante la época de su hijo Felipe II,
transformándose en el Archivo General del Reino. Hasta su cierre en 1844,
albergará un total de 35 millones de documentos, convirtiéndose así en uno de
los mayores del mundo en cuanto a cantidad de materiales se refiere. Están
expuestos durante el recorrido algunos de estos documentos, que son muestra de
la excepcional importancia que tiene el archivo para comprender la historia
moderna de nuestra nación.
Habiendo
sido una mañana agotadora, nos dirigimos hacia el restaurante, no sin antes
visitar fugazmente la iglesia de El Salvador, situada en el centro de la villa
de Simancas. Las crónicas nos hablan de cómo durante la revuelta de las Comunidades
el templo se incendió, conservándose únicamente en la actualidad la torre
campanario del siglo XII. El resto del edificio, rehecho en un gótico tardío
con influencias renacentistas, data del siglo XVI. De ahí ya partimos hacia el
restaurante, del que no voy a contárles su magnífico menú por si están
leyendo esto antes de comer o cenar. Valladolid, y Castilla en general, no es
sólo una maravilla en la historia, sino también en su gastronomía.
Iglesia de El Salvador |
Repuestas
las fuerzas, y posiblemente algo somnolientos, volvimos a coger el autobús
hacia Torrelobatón. Ya desde la lontananza se puede apreciar la enorme mole que
da nombre al pueblo. La construcción de esta fortaleza data del siglo XIII.
También perteneciente a la familia de los Enríquez, esta familia dotó al
castillo del aspecto que actualmente tiene a mediados del siglo XV. Se pueden
apreciar los escudos de la familia en las esquinas de la torre del homenaje.
Será construido con la intención de vigilar el valle de la Hornija.
Castillo de Torrelobatón. Centro de Interpretación del Movimiento Comunero |
Este
castillo se construirá en su práctica totalidad a mediados del siglo XV. Su
diseño corresponde al de la escuela de Valladolid. Medina del Campo, Peñafiel,
Fuensaldaña y éste responden a un mismo modelo constructivo: una enorme torre
del homenaje encuadrada en una estructura amurallada cuadrada con cubos de
menor tamaño en las otras tres esquinas. En la torre del homenaje aún se pueden
apreciar los cimientos de la torre original, sobre los que se levantó la
actual.
Y es
que este castillo jugó un papel importantísimo en la guerra de las Comunidades.
En febrero de 1521, los comuneros se dirigieron hacia Torrelobatón con la
intención de asediar el castillo y tomarlo. Los almirantes de Castilla, que se
habían situado en el bando de Carlos V, iban a sufrir una importante pérdida.
Tras 8 días de asedio, la fortaleza cayó en manos comuneras, cuyo último
reducto será la torre del homenaje. Los daños causados por este asedio no se
repararán hasta 1535. En la actualidad, debido a su buen estado de conservación, es el
Centro de Interpretación del Movimiento Comunero.
Por
último, el viaje terminó con la sorpresa de la visita al pueblo vallisoletano
de San Cebrián de Mazote, situado a tan sólo 40 km. de la capital, donde se
encuentra la iglesia homónima, considerada una de las mayores joyas de la
arquitectura mozárabe, así como de las mejores conservadas, a pesar de los
añadidos y reconstrucciones posteriores.
Exterior de la iglesia de San Cebrián de Mazote |
Construida
en el siglo X, es una de las dos iglesias, junto con San Miguel de la Escalada,
fundada por monjes mozárabes. Posee una interesante planta basilical con
ábsides contrapuestos (a los pies y en la cabecera, siendo éste, además,
tripartito), dividida en tres tramos mediante unos arcos de herradura
sustentados sobre unos espléndidos capiteles reaprovechados de construcciones
de época visigoda e incluso, romana.
Interior de la iglesia de San Cebrián de Mazote |
Llama
la atención el sistema de cubierta que posee el templo. En primer lugar, a los
pies del mismo, sobre el ábside contrapuesto se encuentra una espectacular
bóveda gallonada, reminiscencia de los antiguos templos paleocristianos. Esta
tipología de bóveda también se utiliza en la bóveda del ábside central y en las
situadas a los dos extremos del transepto.
Las
naves están cubiertas por una techumbre de madera perfectamente restaurada,
siendo más elevada la del tramo central, en el cual se sitúan unas ventanas que
confieren luz al conjunto. En cuanto a los ábsides menores de la cabecera
tripartita, poseen cubierta de bóveda de arista. Esta técnica, junto con la
gallonada, son consideradas muy innovadora para la época. Por último, el
cimborrio sobre el crucero también posee una bóveda gallonada, si bien se trata
de una reconstrucción, por lo que no es seguro que ese fuera su aspecto
original. Precisamente en este cimborrio, se puede observar una pequeña
ventana, que podría haber sido creada con el fin de esconder el tesoro del
templo de los saqueos.
Después
de la visita a esta espectacular iglesia volvimos a Madrid, cansados pero
satisfechos con nuestro viaje a la Tierra de los Comuneros.
Sara Aparicio Ruiz
Alejandro Floristán García
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