Castillos y defensas:
la evolución poliorcética en tiempos de Carlos V
José Javier de Castro Fernández
15 de marzo de 2016
A pesar de ser este
el último día del curso, son muchos de nuestros fieles participantes los que
acuden a esta última charla. A su función de tesorero de la asociación, José
Javier de Castro une la de su pasión por los castillos. Editor de numerosas
publicaciones, será hoy el encargado de darle el perfecto final al curso
iniciado en febrero.
Y como su nombre
apunta, José Javier será el encargado de mostrarnos las evoluciones que los
castillos adoptan durante este siglo para su defensa. La primera de las
revoluciones en las fortalezas, tanto de nueva construcción como las que se van
a reformar desde este momento, es la aparición de los castillos artilleros. Las
evoluciones en materia armamentística obligan a la integración de cañones,
tanto en su versión más pequeña de calibre como en su mayor versión. Si bien
habrá castillos, como el de Medina del Campo, que mantengan la torre del
homenaje, esta se adaptará para que desde ellos se pueda emplear la artillería
de nuevo cuño. Aparecen, como vimos previamente, las troneras para la defensa
de los cubos (y posteriormente de los baluartes). Los tipos más extendidos son
los modelos de orbe y cruz, muy utilizado durante la época de los RR.CC. a
pesar de que debiliten enormemente el muro, y el modelo de gran cañonera, que
empleaba el sistema de buzón, en el que él derrame es el revés de la saetera,
es decir, ensanchándose hacia afuera. Así, desde este momento proliferan las
troneras en los cubos
Castillo de Berlanga de Duero donde se aprecia la
torre del homenaje interior
La guerra
franco-española va a demostrar cómo estas troneras frontales no sirven para
repeler un ataque bien organizado. Los franceses toman el castillo de Pamplona
de manera fácil. Es por ello que en esa época surgen las troneras y cañoneras
de dos aperturas con el objetivo de ampliar el ángulo de defensa.
Castillo de Berlanga de Duero. Detalle
de un cubo con troneras de redientes
Es
en esta misma época cuando las almenas comienzan a desaparecer. El ejemplo más
claro de ello es el que pudimos apreciar en el castillo de Torrelobatón durante
la salida que hicimos, en que estas dejan paso a un parapeto en el que abren pequeñas aperturas para
situar la artillería.
La
poca utilidad de las troneras frontales conduce a la aparición de dos nuevos
modelos: la colocación de un espuntón para evitar esos ángulos muertos o la
enorme proliferación de troneras.
Castillo de las Navas de Marqués donde
se aprecia la proliferación de troneras
A
pesar de estos modelos, que tendrán únicamente aceptación en alguna zona de
Inglaterra, la solución más extendida será la primera. Y lógicamente, si nos encontrábamos
en guerra contra los franceses, el primero de los sitios en aparecer será en
Pamplona, donde las nuevas construcciones se acercaban ya casi al cubo
pentagonal.
Y
el siguiente paso lógico será transformar los cubos en baluartes. El gran
desarrollo de la moderna artillería no permitía ya, prácticamente, la
construcción de fortificaciones tal y como se conocían. Durante la época de
Carlos V, los enfrentamientos contra los franceses por el dominio de Italia
fueron casi constantes. Es por ello por lo que aparecen en esta zona, donde la
fortificación militar tenía mayor desarrollo teórico. El más bello ejemplo de
transición será el de Barletta. El foso rodea cuatro grandes baluartes que
mantienen las cañoneras en sus caras (particularidad española). Tiene también
cañoneras en los flancos, que aportan mayor potencia de fuego y que sirven
también para defender su gran puente. El cordón está situado a la altura del
glacis, para evitar que la artillería enemiga golpee hacia debajo de este.
Castillo de Barletta
Los
señores feudales italianos van a buscar adoptar estas innovaciones en sus
residencias. Uno de los más bellos ejemplos es de Copertino, con doble línea de
cordón (principalmente decorativa) y la ausencia de orejones
Planta de la
fortificación de Copertino, Italia
El
baluarte se va a extender, y a la postre, dará lugar a la creación de las
fortalezas abaluartadas. Las troneras van a desaparecer de las caras, ahorrándose
las bóvedas de los baluartes. Este será el nacimiento de los orejones, para
evitar que el enemigo emboscase fácilmente los flancos abiertos. En España, el
mejor castillo para ver las distintas evoluciones es el de Sabiote. En este
podemos apreciar tres baluartes distintos. El primero de ellos posee cañoneras
en el baluarte. A medida que lo construyen, construyen un orejón. Otro de sus
tres baluartes ya no tiene cañoneras en las caras por esa adaptación a los
nuevos avances. Por último, el tercer baluarte está dotado de unas grandes
cañoneras en los flancos y de un revellín en la puerta de ingreso, inutilizando
todas las cañoneras.
Vista de la puerta de acceso al
castillo de Sabiote
Multitud
de fortificaciones adoptan desde ese momento el baluarte como forma de defensa.
Desde Italia hasta España, las posesiones de la Corona española evolucionan
para hacer frente a sus amenazas. Aparecen las casamatas, que se hacen abiertas
como en el castillo de Ibiza, así como el flanco abierto o retraído. Pero no
será hasta época de Felipe II cuando aparezca un elemento novedoso. La
distancia de construcción de los baluartes obedecía a la distancia aproximada a
la que un cañón podía disparar. En tiempos de Felipe II se reducirá la cortina,
estableciendo la distancia de esta por el disparo de un mosquete.
Ese
será el origen de las fortificaciones de tijeras y tenazas, que son, junto con
las portadas del acceso de las fortificaciones, lo último que veremos en este
curso. Y será el ingeniero español, Pedro Luis Escrivá, el encargado del
desarrollo de estos modelos. Viendo que el modelo abaluartado ha perdido su
eficacia, Escrivá decide colocar una tijera para que las cañoneras aguanten. Al
ser esta fortificación del agrado de Carlos I, son varios fuertes los que van a
emplearla: San Telmo de Nápoles, Bujía, Colibre y Perpignan. El objetivo de la
tijera era la defensa del lienzo más expuesto. Sólo funcionaba si el enemigo
atacaba de frente esa zona.
Castillo de Perpignan
La
tijera fue poco a poco demostrando su fragilidad, por lo que los distintos
ingenieros decidieron pasar al sistema de fortificación de las tenazas. Así, construirán
dos semibaluartes, reduciendo el tamaño de la cortina de ataque, y con
cañoneras defensivas en los laterales. El mejor ejemplo de este modelo es la
fortaleza de La Goleta, en la que dos baluartes defienden el acceso, donde
previamente se habían situado un punzón central. Esta modificación del sistema
original se realiza ya en época de Carlos I, volviendo con su hijo Felipe II al
sistema triangular de nuevo.
Fuerte de San
Telmo de Malta
Y
por último, vimos algunas de las impresionantes portabas que adornaban los
accesos a estas fortalezas. En Copertini, L’Aquila, el propio San Telmo de
Nápoles se erigen algunas de estas portadas. Artísticamente impecables, en
muchas ocasiones son un contrapunto a la sobriedad arquitectónica de estas
fortalezas, construidas como auténticos mazacotes defensivos.
Castillo de L’Aquila, puerta de acceso
Alejandro
Floristán García
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